El periodismo está en horas bajas. Pero a la vez, los periodistas lo tenemos fácil. Últimamente me corroe un sentimiento impostor: ¿soy tan necesario como un médico o un psicólogo? La respuesta es sí. Como periodista, tengo mucha responsabilidad. El mundo se está intoxicando a muchos niveles. Niveles tangibles, perceptibles, de residuos en la superficie. Y a niveles intangibles.
Hoy las redes sociales son un lugar muy desagradable. Nos fuimos acostumbrando poco a poco a un crecimiento paulatino de toxicidad, pero si echamos la vista atrás y comparamos, nos podemos asustar. En 2013 no había el odio que hay ahora. Uno se limitaba a subir fotos de su comida o de sus pies, retuitear un chiste malo y jugar al Candy Crush.
Ahora, las redes sociales repercuten y afectan seriamente la salud mental de la gente. Yo no hice ningún estudio sobre ello, pero lo escuché a través de una joven chica israelí con la que hablé en la manifestación del día 100 de la guerra.
En las redes sociales hay mucho odio desde muchos sectores hacia muchas personas. En este caso, en el de la chica, le puede afectar un odio desmesurado hacia su país. Nunca antes habíamos debatido tanto como ahora la legitimidad de un país.
Absolutamente todos los países se crearon a base de errores y de dolor, como Israel. Pero solo debatimos sobre Israel. Y lo hacemos en el lugar en el que antes compartíamos fotos de nuestra cena y de nuestros pies y donde jugábamos al Candy Crush. Lo hacemos a través de unos dispositivos que todos llevamos todo el día en el bolsillo. Si te paras a pensarlo, asusta.
Cuando pienso en estas cosas, como periodista me siento más necesario y menos impostor. Tengo mucha responsabilidad. Y espero que mis compañeros de profesión sientan algo similar.
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