Me encanta ir a manifestaciones, llevo muchos años haciéndolo. Pero lo que viví ayer en Tel Aviv merece una distinción a parte. Este domingo se cumplían cien días desde la mayor barbarie que vivió Israel: el 7 de octubre. El 7O. Para conmemorar el día redondo, hasta 120.000 israelís abarrotaron la ya famosa Plaza de los Secuestrados, y la calle colindante. Lloraron ellos y lloró Dios.
Creamos en el dios convencional o en otro, es lícito decir que ayer había alguna divinidad presente en el cielo de Tel Aviv. Es una ciudad en pleno Oriente Medio, con un clima desértico, pero llovió con mucha intensidad.
Lloró el cielo, lloraron las personas, lloró Tel Aviv. Y se detuvo Tel Aviv. Esta vez, la manifestación duró 24 horas. Y acabó con una ceremonia muy especial. Sobre un escenario, fueron pasando personas que tienen mucho que decir: secuestrados ya liberados, familiares de secuestrados, figuras públicas, políticos y un cantante muy querido por estas tierras.
Los dos políticos fueron el jefe de la oposición, Yair Lapid, y el presidente de la nación, Isaac Herzog. El primero fue tajante: "Israel no está haciendo lo suficiente por traer de vuelta a los secuestrados, porque aún no están en casa". Eso sí: "Le dije al Primer Ministro que la oposición le respalda".
Mientras tanto, Herzog se dirigió a la comunidad internacional: "No se trata solo de nuestra batalla, es una batalla por el mundo entero. Pónganse del lado de la vida y la libertad contra la barbarie y el odio. Apoyen la libertad y la democracia, respalden a nuestros rehenes y ayuden a traerlos de vuelta a casa".
La gente interrumpió sus discursos en varias ocasiones para exclamar achshav (ahora), en alusión a que nadie puede esperar un minuto más al retorno de los secuestrados. Es una batalla del pueblo.
Uno de los discursos hechos por familiares de secuestrados mencionó al bebé Kfir Bibas, que está secuestrado sin ni siquiera haber cumplido el primer año en este curioso planeta. Como colofón, cantó Omer Adam, un cantante israelí muy querido aquí. Mucha gente cantaba con él, y todo el mundo le siguió en la última: el Hatikva (himno israelí).
Tras acabar ésto, y mientras voluntarios repartían sandwiches hechos con pan de jalá, hablé con algunas personas. Pedí que lanzaran un mensaje a los secuestrados, haciendo ver que se pueden comunicar con ellos, y otro a los judíos de la diáspora y, por qué no, a los no judíos.
Sigal, una madre de familia venida del municipio de Hod HaSharon (a media hora), recordó que "no tengo a ningún familiar en Gaza, no tengo relaciones con los secuestrados. Pero todo el país está apoyando a las familias, ayudándolas a que regresen a casa".
"Todo el país está pensando en ellos. Todos estamos trabajando arduamente y haciendo lo que podemos. No somos quienes toman decisiones. Somos el pueblo. Y el pueblo los quiere de vuelta. Todos estamos trabajando duro, tanto los soldados como los civiles... los queremos y deseamos que conserven su salud y sean fuertes porque queremos que regresen con nosotros", añadió.
Frente a un muro con pósters con las fotos de los secuestrados, y escribiendo unas dedicatorias, encontré a Lia y Avigail. Dos jóvenes girl scouts de Petah Tikva. "Los estamos esperando. Nuestros corazones están destrozados por ellos. Es difícil pensar en ellos, cada día que están allí y nosotros estamos aquí, viviendo normalmente", dijo la primera. "Queremos que se mantengan fuertes. Todos estamos esperando y rezando por ellos", agregó la segunda.
Allí mismo encontré a un hombre argentino que ya ha vivido unas cuantas guerras. De hecho, emigró a Israel en el 1967, el año de la Guerra de los Seis Días. Alberto, bonaerense, aseguró que "Israel y el pueblo judío hacemos todo lo posible para que regresen a sus hogares sanos y salvos. Hay problemas políticos, pero se superarán".
"Ustedes lo que tienen que hacer es mantenerse fuertes, y tratar de ver cómo pasan los días. Sacar fuerzas de donde no existen. Que sepan que, al final, todos volverán aquí. Nos reuniremos", agregó.
Mensajes para los judíos en la diáspora
Acto seguido, los entrevistados se dirigieron a un público mucho más extenso: los judíos que viven en la diáspora, y que viven este conflicto y esta guerra de formas muy particulares.
Sigal reivindicó su país: "Es el único país judío. Es un país muy pequeño. Y necesitamos estar unidos y apoyarnos mutuamente. Ellos son terroristas. No buscan la paz. Nosotros, sí. Queremos vivir y prosperar, trabajar y hacer el bien. El pueblo judío ha contribuido mucho al mundo. Así que debemos estar unidos, tanto en la diáspora como en Israel. Debemos permanecer juntos por la unidad y el bienestar de Israel y de todos sus civiles".
Por su parte, Avigail pidió a todos los judíos de la diáspora que "sigan apoyándonos, realmente ayuda a nuestro ánimo. No caigan en los rumores que dicen que somos malos". En ese sentido, Lia avisó que el apoyo externo "nos hace sentir mejor y más fuertes. Es agradable ver que nos apoyan", frente a la multitud de mensajes simultáneamente propalestinos y antiisraelíes que ven en las redes sociales.
Alberto dejó claro que "a los judíos de la diáspora, de todos los países, les digo que nosotros, en Israel, cuidamos por todos ellos. Estamos todos unidos. Y quiero que sepan que, al final, el pueblo judío siempre se superará. Existió durante 2.000 años y, aunque hubo altos y bajos, el pueblo judío siempre salió adelante".
Eso fue "gracias a la cooperación, a la unión y a la comunidad de todo el pueblo, en todos los países del mundo. Nosotros los queremos, y quiero que recuerden que podremos superar esto. ¡Am Yisrael Chai! El pueblo de Israel vive siempre, y vivirá por los siglos de los siglos", concluyó.
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